Relato: La escalera


Al son de una canción que dice que la vida es una escalera, sentiste su mirada en la oscuridad. Esa forma de vivir era nueva para ti, recién estrenada, "para empezar a sentir".


Y como todas las primeras veces amar sonó a magia, a algo tan increíble que creíste que nadie, nunca, había podido sentirlo así: una explosión que redujo a cenizas las canciones, los libros y las películas que hasta entonces habían hablado de amor. Porque de pronto tú lo escribías, tú lo cantabas, tú lo interpretabas y lo vivías. Tú, con él.
Demasiado bonito para ser verdad... 


Pero deja que te pregunte, ¿de haber sabido que dolería, habrías hecho algo distinto?
No. Porque eres de las que piensa que es mejor ir de frente que dar la espalda, aunque te golpees con una puerta cerrada.
Porque gracias a todo aprendiste que a veces la amistad y el amor se parecen y otras se disputan. Polos opuestos que se atraen, como dicta el cliché, o dos caras de la que piensas que es una misma moneda. Ambos errores que, de tan comunes, casi han dejado de llamarse así. Pero duelen igual. 


Lo supiste con ese "lo siento" que no viste llegar por estar ciega de "te quieros".
Los supiste con la fingida inocencia de quien pidió tu confianza y al instante siguiente te traicionó, como si "amiga" fuese solo un sustantivo común, vulgar, sin sentido...
Y ahora sabes que lo es. Como todas las palabras que el viento arrastra igualmente, aunque al ser dichas se creyeran grabadas en piedra.


A ella no le importó si perdías, quizá creyó que para ti él también era una muesca más en tu vara de conquistas, o no... Y le dio igual. Qué más da ya.
A él no le importó desgarrarte el corazón. Quizá ni siquiera sabía que lo tenía en sus manos. Es lo que pasa cuando alguien juega sus cartas sin saber qué hay en la baraja.
Desidia o ignorancia... Egoísmo o pura maldad. No importa qué hizo avanzar la partida, el resultado es el mismo. Jaque mate. 


Así que aprendiste quizá golpes, quizá con rabia. La vida es una escalera de peldaños torcidos y dañados en los que hundes el pie a veces. 


Pero aprendiste a nadar lejos de la tormenta, a volverte de diamante cada vez que te tirasen piedras, a plantar flores en lugar de arrancar pétalos. Aprendiste que la soledad es también tener tu propia compañía y que llorar convierte la debilidad en fortaleza. 


Y comprendiste que el amor es eso que te estremece aunque seas la única que lo siente. Que "real" no es sinónimo de correspondido ni de eterno. Que amar puede durar una vida o un segundo y que eso no es bueno ni malo... tan solo es.

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