Relato: Mamá -- #Historiasdelfuturo para Zenda
Mamá
Vino a buscarme una mañana soleada de primavera.
Nunca sabemos cuándo va a llegar el momento pero, tarde o temprano, siempre, alguien viene a buscarnos.
Hacía una semana que había cumplido los veinte. Soy de las más mayores, pues pocas superan los dieciocho años. Por mí está bien así, no es que no sienta el orgullo de haber sido llamada por fin, pero ese tiempo extra me permitió disfrutar un poco más de las cosas que me gustan: el jardín con sus fragantes flores, la lluvia cayendo sobre los cristales de mi ventana, el piano en el que algunas de mis hermanas tocaban hermosas melodías y, sobre todo, los libros de la biblioteca. A mí me encanta leer.
La mujer que vino vestía de blanco impoluto, como todos aquí. Me indicó que debía prepararme y así lo hice.
Antes de salir de mi habitación miré por última vez la cama, las paredes blancas, el enorme ventanal y el muro cubierto con los dibujos que he hecho desde niña. Siempre he tenido buena mano para la pintura, aunque eso era de esperar. Entre mis hermanas hay algunas que saben componer música, escribir poesía o hacer arreglos florales. Yo dibujo. La creatividad está en nuestros genes.
Seguí a la mujer de blanco entonces, consciente de que, por primera vez en esos veinte años, saldría de La Matriz para no volver jamás.
Nunca me había sentido encerrada. La Matriz es un lugar muy amplio y allí siempre disponíamos de cuánto necesitábamos, así que, ¿por qué íbamos a querer salir?
Monté por primera vez en un coche. Había visto uno antes, en imágenes, pero la sensación de desplazarme tan rápido fue nueva y emocionante para mí.
El viaje se me hizo corto, aunque cuando llegamos al destino, me sentí intrigada de nuevo, esta vez por lo que estaba a punto de ocurrir. Por fin iba a conocerla, a mamá.
A menudo, en La Matriz, mis hermanas y yo hablábamos de ese momento, el ansiado día en que nos encontraríamos con mamá. Nos preguntábamos cómo sería: amable, serena, cariñosa... Seguro que era guapa. Todas lo éramos.
La mujer de blanco me guio hasta la entrada de la mansión y después seguimos un largo pasillo lleno de cuadros hasta una habitación donde había una enorme cama con dosel, un magnífico piano de cola y estanterías repletas de libros. Aquello era un Paraíso.
Estaba tan absorta en la contemplación de ese espacio que tardé un largo minuto en percatarme de que la mujer de blanco y yo no estábamos solas. Sentada en una butaca, frente a una chimenea candente, estaba ella. Mamá.
Casi no pude contener la alegría al tenerla al fin delante de mí. Era tan hermosa como habíamos imaginado, tenía nuestro mismo cabello oscuro, la piel clara y los ojos castaños y brillantes, igual que los nuestros. Parecía casi tan joven como yo a pesar de tener tantos años.
Sentí ganas de correr a contárselo a mis hermanas, aunque sabía que no podía. Me consoló ser consciente de que algún día ellas la verían así, como yo, con sus propios ojos.
—Vaya, qué mayor te has hecho —dijo mamá al verme—. ¿Cómo te llamas, cariño?
—Iris.
—¿Cuántos años tienes?
—Veinte.
Mamá sonrió abiertamente. Luego alzó su mano y me acarició la cara con dulzura.
—Dime Iris, ¿eres feliz?
—Muchísimo, mamá.
—Me alegro —respondió—. Quiero darte las gracias cariño; gracias por existir, gracias por el regalo que vas a hacerme.
Aquello era algo que no esperaba, algo realmente especial. Mamá me había dado la vida, a mí y a todas mis hermanas, y lo lógico era que nosotras le devolviésemos el favor algún día. Que me diera las gracias me hizo sentir amada, tanto que mis ojos se llenaron de lágrimas.
— No llores cielo —dijo mamá—, recuerda que mamá te quiere mucho, Iris, con todo su corazón.
—Y yo a ti, mamá.
En ese momento la mujer de blanco carraspeó a mi espalda, era hora de irse. Lancé una última mirada a la hermosa mujer que me sonreía desde esa butaca y dejé que me llevasen al lugar donde debía ir.
Poco después me dormí con la bonita sonrisa de mamá en mi mente y el corazón lleno de amor.
¡Muy buena historia! Me ha gustado ese punto inquietante que le has dado. Y ese final que no hace falta contar.
ResponderEliminar¡Mucha suerte! y un saludo.