—Algún día la gente coreará mi nombre.
Lo dice con un tono nostálgico, como si en vez de una esperanza, fuese el recuerdo de tiempos mejores.
No contesto, me limito a mirarla con curiosidad. Ella, que lleva varios minutos tumbada boca abajo en el colchón, con la barbilla sobre sus manos entrelazadas, mientras escuchamos lamúsica que emite el reproductor, se gira hacia mí, apoyándose en su codo.
—¿Tú no tienes ningún sueño?
Se refiere al tipo de aspiraciones trascendentales, como pintar cuadros que terminan en museos, inventar algo realmente útil o descubrir un avance científico. Dejar huella. Eso quiere ella: trascender. Pero yo…
Yo solo la quiero a ella. Mi sueño es imaginar una versión alternativa de mi vida en la que ella me quiera del mismo modo que yo. A veces me dejo llevar a ese mundo. Otra vida en la que me atreví a confesarle mis sentimientos hace años, y ella los correspondió. Una vida en la que nos casamos y construimos una rutina: nos despedimos cada mañana en la puerta de casa al ir a trabajar, hacemos la compra los viernes y pasamos las tardes de domingo acurrucados en el sofá. Y quizá sí, puedo soñar que tenemos hijos. Se parecen a ella, tienen sus ojos y su sonrisa, y quizá de mi puedan heredar el carácter calmado o el sentido del humor.
Lo imagino, y se me encoge el corazón por una felicidad que anhelo y que sé que nunca será mía.
—Quizá para triunfar tenga que vivir rápido y morir joven, como Amy, Janice o Kurt Cobain.
—Bueno, también se triunfa llegando a viejo, pregúntale a los Rolling o a Bruce Springsteen.
Ella me sonríe.
—Tienes razón. ¡Qué haría yo sin ti!
Me siento como delante de un precipicio. Es una sensación familiar, he estado ahí muchas veces, cientos. Lo que ha evitado que confesara mis sentimientos nunca ha sido la falta de oportunidades, sino de confianza. Porque… ¿Y si la pierdo?
Miedo. Tengo miedo de no volver a ver esa sonrisa. Así que guardo este amor para mí un día más; una semana, un año… y así han pasado más de diez, sabiendo que algún día llegará la última oportunidad y ni siquiera lo sabré. La dejaré pasar como si pudiera volver a intentarlo al día siguiente.
—Tengo que irme —dice de pronto—¿Nos vemos mañana?
—Claro.
Se va, y vuelta a empezar. Mañana. Tal vez mañana.